Marco Leone
Marco Leone
La infancia es sabiduría
Eran las cinco de la tarde cundo en un
departamento de la ciudad de Buenos Aires se encontraba Marco Leone, un niño de
diez años que jugaba con sus autos de juguete con una concentración notable
mientras esperaba que su madre volviese de un día entero de trabajo. El era un
niño muy independiente, estaba acostumbrado a volver solo de la escuela y luego
debía esperar a su madre una hora hasta que ella llegase, pero a él le gustaba
caminar sobre la ciudad ver los enormes edificios e imaginarse que algún gigante
pasaría sobre ellos o que simplemente todos eran una especie de hormigas, pero
el caso es que le gustaba imaginarse cosas que solo eran posibles dentro de su
cabeza.
El departamento era de un color gris perla de
aspecto bastante humilde y con pocos muebles, también se podía notar un ligero
olor a humedad que provenía de las paredes ya viejas. Marco seguía jugando
hasta que escuchó el leve roce de las llaves contra la puerta y el picaporte empezó
a girar, se le dibujo automáticamente una sonrisa en el rostro y al ver que su
madre entraba se dirigió de manera instintiva hacia ella para abrazarla, se la
notaba agotada pero él era totalmente inconsciente de lo que es trabajar todo
el día por un sueldo miserable. A pesar de su cansancio la madre mostró una
leve sonrisa que se reducía a un regocijo interno. Minutos más tarde ambos
estaban sentados en la mesa del comedor
y Marco le mostraba entusiasmadamente los dibujos que había hecho
mientras la esperaba.
La maduración no siempre es crecimiento
Seis años después Marco se encontraba en la
secundaria y de hecho no le iba nada mal. Todo seguía igual con el mismo
colegio, la misma rutina, el mismo departamento excepto por su percepción del
mundo ya no era como la de antes, si el antes lo veía de un color gris perla ahora
lo ve de un color gris oscuro, se sentía solo aunque él sabía que tenía amigos,
se sentía perdido pero sabía dónde se encontraba, se sentía vacío aunque sabía
que tenía todo lo que necesitaba, sin dudas era una sensación extraña pero
diaria. Lo positivo es que su curiosidad y su pasión por el dibujo seguían
intactos, tanto o más que cuando era tan solo un niño.
Cuando cumplió sus veinte años tuvo un golpe de
suerte y consiguió un trabajo como caricaturista en un diario local, uno podría
asimilar que él podría ser feliz al tener un techo para dormir y un trabajo que
consistía en su pasión, pero se sentía peor que nunca y él era consciente de
ello. Cuando volvía del trabajo en tren él podía percibir una imagen de su
mundo, siempre el paisaje urbano pintado con el humo de las fábricas, los grafitis
ya sin sentido y lleno de carteles publicitarios que te intentaban de persuadir
para que comprases casi lo que sea. Era difícil de expresar su vínculo con esas
imágenes pero él lo resumiría como “contaminante” y esa era su realidad, su
entorno que marcaba su forma de pensar y por ende su vida.
Un punto a la curiosidad
Un año más tarde Marco se sentía peor, lo poco que
ganaba con su sueldo lo gastaba en cosas que no necesitaba y hasta cuando no
sabía que comprar se mentía a si mismo creándose necesidades que eran
inexistentes. Él sabía que si no pasaba una clase de milagro en su vida se caería en un pozo sin
fondo tan oscuro como el carbón, pero pronto, para suerte de él, su vida daría
un cambio completo. Una enseñanza tan poderosa y atrapante que lo haría
percibir las cosas de una forma distinta.
Marco se dirigía hacia su trabajo, entró a su
oficina y empezó a trabajar. Poco antes de salir para almorzar le echó un ojo a
una gran pila de libros nuevos que se podían apreciar del otro lado del
ventanal. El, por mera curiosidad, fue a ver de qué se trataba, entonces salió
de su oficina, agarró uno y leyó el título, “Las habitaciones del tiempo”. De repente
sintió algo que lo impulsó a ver a sus alrededores y a guardarse el libro como
si fuese gran cosa. Una vez terminada la jornada de trabajo fue a la estación
del tren y en el camino sacó el libro de la mochila y lo empezó a leer, no pudo
contenerse y no solo eso sino que cada vez que tenía tiempo libre lo leía. Cada
hoja, cada palabra que leía, simplemente le sacaba una sonrisa del rostro tan
potente que iluminaba. Cuando lo había terminado hizo un resumen del mismo
porque quería repasar todas las enseñanzas que le había dejado.
El resumen, que fue escrito con un trozo de
papel que había arrancado de un boceto, decía así:
El tiempo se rige en tres habitaciones, una
al lado de la otra. Cada una tiene un nombre: Pasado, Presente y Futuro, con su
respectivo orden. Uno nunca puede salir del Presente pero si puede echar un
vistazo a las otras habitaciones, el Pasado contiene todo lo que ya pasó, eso
claro está, y sus imágenes, representantes de acciones, no pueden cambiar. Otra
característica de esta habitación es que su escala aumenta constantemente al
ritmo del tiempo. La otra habitación, el Futuro, está vacía pero es donde
nosotros la rellenamos con nuestros pensamientos que se pueden llamar
especulaciones, cosas que puede que nunca lleguen a existir pueden aparecer en
esta habitación. También así se puede explicar el miedo ya que uno se imagina
algo que es más probable que nunca suceda de verdad. Al igual que en la del Pasado
esta cambia de escala constantemente pero disminuye al pasar el tiempo hasta
llegar a un punto en el que no hay Futuro, esta es la muerte. La gracia esta en
perdurar en cuerpo y alma en la habitación que siempre viviremos para así
contar con un tiempo ilimitado ósea que al no haber Pasado ni Futuro no hay
principio ni fin. En resumen la alegría esta en nosotros y en nada más. El Presente
es lo único que nos la garantiza y no el Futuro ni el Pasado que son meros
pensamientos fuera de la realidad actual.
Marco estaba fascinado, ya no sentía
preocupación por el “que pasará” o el “qué dirán”, para el esto era un mero
invento de su cabeza. Iba a su trabajo con alegría, saludaba a todos, era más
productivo que antes porque se concentraba en lo que hacía e incluso recibió un
aumento y todo parecía haber mejorado. Él ya había escuchado que un libro puede
cambiar tu forma de pensar pero nunca lo había vivido de esta manera. Se
encontraba feliz, le contaba a su madre todo lo que hacía tal como cuando era
un niño y era increíble, pasaba el tiempo con ella y aunque sabía que estaba
enferma el disfrutaba cada momento. El concepto de la muerte ya no le asustaba
o por lo menos eso es lo que él creía.
La prueba final
Esta vez Marco se encontraba en la cocina
preparándose su desayuno. En la misma habitación había un hombre con un uniforme
de aspecto cutre que estaba pintando el departamento de un color amarillento
que irradiaba. Faltaban unos pocos minutos para el horario de entrada al
trabajo, entonces desayunó y se fue. Cuando entró a su oficina continuó con un
proyecto que le hacía creer que iba a llevar a su carrera al siguiente nivel. Luego
de unos minutos, un amigo entró a la oficina para avisarle que él y otros
compañeros harían un asado en la noche y él estaría invitado. Marco aceptó y
siguió trabajando. Pasados unos minutos intensos de trabajo llegó la hora del
almuerzo, entonces se paró y se dirigió hacia la puerta para ir a comer en el
restaurante del frente pero fue interrumpido por una secretaria que con delicadeza
le dijo las siguientes palabras: –Marco, tienes una llamada y parece ser
importante.- Él fue con su habitual curiosidad y preguntó de qué se trataba
cuando de un segundo a otro entró en shock, se quedó atónito y empezó a
escuchar un zumbido que lo aislaba de su entorno. Era intenso. Muchos
pensamientos se le cruzaron por la mente hasta que dejó caer el teléfono al
piso.
Fue corriendo hacia el hospital que se
encontraba cerca de su hogar. La llamada telefónica era sobre su madre que
había sufrido un infarto. Cuando se encontraba en el tren veía nuevamente el
horrible paisaje revelarse. Cuando el recorrido terminó y se acercaba al
hospital miraba constantemente al cielo y veía como su color se tornaba a un
gris fuerte, intenso, como nunca antes lo había visto. Cuando por fin se encontraba
dentro del hospital preguntó a toda costa por su madre hasta a que un médico lo
detuvo y lo intentó tranquilizar. Finalmente, cuando Marco se encontraba más
tranquilo fue avisado que había fallecido. Marco ya lo sabía, o más bien lo intuía,
y su sentimiento más pronunciado era el de la confusión. ¿Cómo podría alguien aplicar
las enseñanzas del libro ante un suceso como este? Ni siquiera quería pensarlo
y si hubiese querido seguro no podría. Se dió un tiempo a solas con su madre para
agradecerle todo lo que le había dado antes de que volviese a el departamento.
Una vez allí se sentó en el comedor y se puso a llorar descontroladamente y a
maldecir cada cosa que se le ocurría. Era una pelea, pero una de las intensas,
una mental.
Ya era otro día, había dormido sentado junto a
la mesa del comedor y se puso a reflexionar, como podía, y llegó a la conclusión
de que no sería sano una felicidad plena de la que tantos hablan ¿Cómo uno
puede mantenerse feliz ante un suceso similar? No sería humano ni sano, ni
nada. El ser humano y sus antecesores también lloraban y eso que eran menos
consientes de las cosas que nosotros pero eso no es malo. La felicidad es buena
pero solo un loco es quién no recuerde que lo malo existe ya que todo tiene una
regulación, se regulan los tiempos, las felicidades y las tristezas.
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